Dulce Gómez habla sobre sus obras
Sábado, Febrero 9, 2019Transcripción:
Mi nombre es Dulce Gómez y vivo en Caracas, Venezuela. Les voy a hablar de dos de mis obras: Muelle (1992) y Ladrillo º1 (2011). Muelle es un pintura que hice en el primer estudio que alquilé al inicio de mi carrera. En ese momento, pintar era un medio que me permitía desarrollar mis ideas con un mínimo de recursos. Sabemos que al pintar es importante el uso del tiempo real como elemento compositivo; con esta obra quise trabajar la conciencia que toma forma durante la ejecución de la obra a través de la contemplación.
En mi trabajo, en general, me interesa resolver una disyuntiva: el tiempo real del acto de pintar y la memoria —pasado—, con el fin de obtener una imagen producto de esa contraposición. Quizás las decisiones son el problema con el que he tenido que lidiar al momento de pintar. ¿Qué curso debe tomar el trazo? ¿Qué tono? ¿Qué formato? ¿Qué fondo? ¿Cómo se delimita el contorno? ¿Dónde se ubica el espectador? ¿Desde mi lugar u otro distinto desde donde trabajo?
En Ladrillo Nº1 (2011) había acumulado experiencias y vivencias que me permitieron utilizar la memoria de mi propio trabajo, para volver sobre un asunto aún por resolver, como son los límites internos producto de dudas, imprecisiones o tensiones.
Cuando lo pinté, pensaba en esos diques internos —emocionales o mentales— que a veces nos impiden ver con claridad el futuro, y solo en el ojo interno, que ubiqué en lo más íntimo de mi subjetividad, encontré una vía para disolverlos.
Pintar, para mí, es una forma de crear un espacio para la contemplación, pero también para demarcar y remover esos diques internos, para ver mejor el momento que transito.
Ahora, en retrospectiva, al ver las obras de nuevo, pienso en ese momento inédito de empezar una pintura, en el que siempre se recomienza, asida a la idea de registrar en un lienzo un pensamiento irrepetible que contiene huellas del pasado, pero renovándolas a partir del trabajo con la intuición y la imaginación.