Los discursos comunes reconocen que el conocimiento es poder, que la educación promete equidad, que la emancipación hace posible la libertad. Hay algo de verdad en esto, sin duda. Sin embargo, la eficacia de los sistemas diseñados para alcanzar dichos objetivos es discutible. Mientras que el aprendizaje puede ocurrir de manera calculada, por casualidad o por descuido, éste no se convierte necesariamente en parte de una experiencia continua que sea formativa. Actuando aquí como un término operativo, lo formativo hace hincapié en la construcción de uno mismo y de la comunidad, del lenguaje y el significado, y, por supuesto, de la criticidad y el arte. Los actos de aprendizaje dependen, por ende, tanto de las ideologías como de las circunstancias. En el centro de esta premisa están las preguntas de por qué y qué es lo que uno aprende; cómo y cuándo el aprendizaje se convierte en algo transformador; con quién aprendemos, y, más en relación con nuestro tema, quién aprende del arte.
Se puede considerar que a veces el arte se anticipa a los experimentos de pedagogía y contribuye a la educación. La manera en la que esto sucede es menos clara que el ímpetu detrás de estas conjeturas; es decir, las preguntas centenarias sobre el ser de una obra de arte y, en consecuencia, sobre la creación artística y la experiencia estética. Esta antigua pero aún relevante cuestión ha considerado que la labor artística es más que una actividad de imitación, y más que una actividad basada en transformar ideas abstractas o materia física en algo que es, o podría ser, significativo. Más aún, presupone que el arte es un ejercicio intelectual desafiante que surge en la intersección donde la espiritualidad, la realidad y la potencialidad se encuentran.
Vale la pena revisar algunos de los avances filosóficos de la academia de arte a lo largo del siglo pasado, ya que éstos evidencian las transformaciones más grandes en la cultura y los sistemas de valores que han sido promovidos, cuestionados, resaltados u ocultados. Como Thierry de Duve ha señalado, ha habido un cambio de enfoque en los preceptos fundacionales de lo que forma y alimenta al arte y a los artistas. Este cambio ha sido del talento a la creatividad a la actitud; del métier al medio a la práctica; y de la imitación a la intervención a la deconstrucción. [1] También vale la pena explorar algunos términos comunes en el campo del arte que se han utilizado repetidamente, pero rara vez se han debatido en las escuelas desde el inicio de este siglo: el desarrollo profesional, la práctica basada en la investigación, las iteraciones de proyectos y las estrategias estéticas.
A la luz de estos paradigmas cambiantes y del uso de estos términos comunes, ¿qué tipo de comprensión se puede tener hoy de la educación artística contemporánea? En tu experiencia, ¿cuáles son las formas de aprender arte y de aprender con el arte?. ¿Cómo y cuándo compartes—sin que esto necesariamente implique didacticismo—esta experiencia de aprendizaje con los demás? ¿Qué es lo que tú como artista, o alguien que no se considere a sí mismo un artista, puede aprender con el arte? Al plantear estas preguntas básicas, este debate en línea tiene la intención de abrir un diálogo sobre la comprensión del arte, la creación artística y la experiencia estética; sobre cómo éstos conforman un mundo. Te invitamos a responder con ideas o ejemplos basados en tus propias experiencias formativas como artista, y también como alguien que enseña arte, tomando en cuenta las maneras en las que el arte y la educación han enriquecido tu trabajo y moldeado los sistemas de valores en tu propio contexto.
Debate image: Ricardo Basbaum, Diagrama (la producción del artista como conversació colectiva), detalle, 2014, vinilo, fondo monocromático. Colección del artista
[1]Thierry de Duve, "When Form Has Become Attitude – and Beyond”, Theory in Contemporary Art since 1945 (Massachusetts: Blackwell, 2005), 19-31.