Publicado por la Fundación Cisneros/Colección Patricia Phelps de Cisneros en 2013, el libro está disponible para leer y descargar de forma gratuita. Inés Katzenstein (IK): ¿Cuál es tu primer recuerdo como artista?
Liliana Porter (LP): Quizás haya sido en el año 1958 cuando todavía era alumna en la Universidad Iberoamericana de México y salieron algunas notas en los diarios sobre mi trabajo.
Como ves, me acuerdo de cuando los demás usaron la palabra “artista” refiriéndose a mí; pero yo misma auto definiéndome, eso sí que no me acuerdo. Es que “artista” es una palabra que no se sabe bien si es a favor o en contra, ¿no es cierto?
IK: ¿Por qué lo decís?
LP: Porque la palabra “artista” tiene algo de “actor”, o sea algo medio fraudulento, y también de aquel que se autodefine como distinto, lo cual de por sí no resulta muy simpático. Cuando alguien afirma sin dudar: “Soy un artista”, enseguida me entra la sospecha de que esa persona debe ser medio tonta, o por lo menos hay gran posibilidad de que la obra sea un poquito mediocre. Es como si alguien contestara a la pregunta: –¿Usted qué hace?, y diciendo “soy sabio”.
IK: Un aspecto me impresionó cada vez más a medida que te fui conociendo, y es el hecho de que tu mirada sobre el mundo, día a día, es tan intensa, lúcida y humorística como la visión sobre el mundo que manifiestan tus piezas. La sorpresa, inocencia o crueldad que irradia uno de los muñequitos en una de tus fotos, es similar a aquella con la que mirás lo que pasa en tu jardín por la ventana de tu casa. ¿Tu obra es la consecuencia de esa mirada previa de extrañamiento sobre el entorno que te rodea, o más bien fuiste construyendo, cultivando, esa mirada hasta que se transformara en vos misma?
LP: Quizás estoy demasiado cerca de mí misma para darme cuenta o analizar lo que me decís. En realidad creo que todo el mundo es así, porque ¿cómo disociar lo que uno es de lo que uno hace? ¡Sería mucho trabajo!
IK: Lo que quiero decir es que tu obra, en mayor grado que el arte de otros artistas más formalistas o más contenidistas, parece consecuencia directa, una transposición nítida, de una manera particular de mirar la realidad. A la vez, claro, uno puede preguntarse ¿hasta qué punto ese modo de percibir el mundo se va retroalimentando de tu propia obra?
LP: Debe ser así. Quizás me condicionó muchísimo el ambiente donde crecí, con un papá inteligente, con gran sentido del humor, y una mamá que reinventó su realidad a partir de durísimas experiencias de infancia. Asumo que fue una gran influencia ser testigo de cómo ella, en vez de transformarse en una persona amargada, enojada o negativa, armó su vida con una gran dosis de compasión, con un constante estado de asombro o de conciencia ante (aunque suene cursi) el misterio de la perfección que uno encuentra en la naturaleza, y cómo a partir de allí desarrolló una especie de fe esencial en el ser humano o en la vida, o quizás simplemente una fe esencial, abstracta.
Pienso que todo eso ayudó a mi percepción del mundo y de las cosas, y, luego, a medida que fui creciendo y desarrollando mi trabajo, fueron surgiendo por sí solos los temas que me interesan, que me interesan en la vida y en la obra al mismo tiempo.
IK: Leyendo algunas cartas que escribías a tu familia cuando eras muy joven, desde Nueva York, en 1964, es indudable que ya tenías un sentido del humor muy sofisticado que seguramente provenía, como dices, de tu padre, un famoso escritor y humorista. ¿Podrías contarnos quién era y qué hacía Julio Porter?
LP: Según Wikipedia (y es verdad): “Julio Porter (14 de julio de 1916, Buenos Aires–24 de octubre de 1979, Ciudad de México) fue un guionista y director de cine, conocido como uno de los más prolíficos en la historia del cine argentino. Entre 1942 y su muerte en 1979, escribió los guiones de más de 100 películas. Entre 1951 y 1979 dirigió 25 películas”.
Era eso y mucho más…me llevaba muy bien con mi papá. Era muy divertido e inteligente, y me apoyaba en todo. No era, digamos, un papá arquetípico, en el sentido de alguien que te daría consejos trascendentes o algo así. Ese papel, en todo caso, lo cumplían mi hermano o mi mamá. Mi papá era un personaje famoso en el cine, la radio y el teatro en Argentina. Estaba muy orgullosa de mi familia, de mi casa y de él, y me sentía muy afortunada de ser su hija. A mi papá le encantaban los amigos, las reuniones, los restaurantes, la gente. Era muy divertido, pero también era bastante irresponsable y desaforado. Mi mamá no la pasó siempre tan bien con él, seguramente porque estaba muy enamorada, aun después de que se separaron. Se escribían poemas, cartas, armaban líos, se peleaban, se reconciliaban…¡parecían de película italiana!